martes, 17 de agosto de 2010

Tres años de crisis pasan factura

El estallido de la burbuja inmobiliaria y el endeudamiento ponen en su sitio a la que decía ser octava economía mundial



España no tenía hipotecas basura, pero ha sufrido la recesión con especial intensidad


Principios de agosto de 2007. Hacía ya dos meses que el banco de inversión norteamericano Bearn Stearns había dado a conocer al mercado las graves pérdidas de dos de sus fondos que invertían en hipotecas de alto riesgo, también conocidas como hipotecas 'subprime' o 'basura', concedidas a personas sin ingresos estables que no fueron capaces de responder a los compromisos cuando los tipos de interés rebasaron en Estados Unidos el 5,25%. Hasta entonces, ninguna alarma seria había llegado hasta España.

Muy al contrario, nuestra renta por habitante -22.806 euros en el año 2006- crecía a muy buen ritmo, el consumo de los hogares aumentaba a un promedio del 3,6% anual, la actividad de la construcción se incrementaba un 5% cada ejercicio, el precio medio del metro cuadrado de vivienda estaba por las nubes y, pese a que el Euríbor a un año había escalado hasta el 4,564%, la constitución de hipotecas aumentaba en tasas de dos dígitos.

Escandalizaba, por aquel entonces, que el número de parados apuntados en las listas del INEM hubiera rebasado en dos ocasiones recientes los dos millones de desempleados -el Gobierno hablaba de un «bache» para justificar el dato, uno de los peores en la ya declinante legislatura- pero la Encuesta de Población Activa (EPA), la referencia más fiable del mercado laboral, había cerrado junio con 1.760.000 desocupados y una tasa de paro del 7,95% de la población activa, que luego resultaría ser su más bajo registro en varias décadas.

El índice Ibex-35 de la Bolsa de Madrid coqueteaba con los 15.000 puntos y, «con la vista puesta en el medio plazo», el Banco Central Europeo (BCE) preparaba el terreno para decidir, el 6 de septiembre, una nueva subida de los tipos de interés desde el entonces vigente 4%, el nivel más alto desde agosto de 2001.

Orgullo y bonanza

La economía española acumulaba un largo periodo de bonanza, con crecimientos del Producto Interior Bruto (PIB) cercanos al 4% anual, y las Administraciones Públicas se enorgullecían de presentar cuentas con superávit cuando llegaron a Europa los primeros impactos de la crisis inmobiliaria en pleno desarrollo en Estados Unidos.

El 9 de agosto BNP Paribas congeló los reintegros de tres fondos de inversión que habían realizado colocaciones vinculadas a créditos hipotecarios. La aseguradora Axa, el banco privado francés Oddo, el fondo Union Investment de las cajas alemanas, el Frankfurt Trust y el banco público germano WestLB se vieron pilladas en la misma trampa por esas fechas, y los temores se fueron extendiendo por la Unión Europea. Se produjo el primer episodio de sequía en el mercado interbancario, y el BCE suministró los primeros 95.000 millones de euros.

En España, el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, se limitó a decir que el mercado hipotecario español nada tenía que ver con el de Estados Unidos, la incidencia de 'subprime' era casi inexistente -apenas el 0,0032% del patrimonio de los fondos de pensiones se había colocado en esos productos- y los índices de morosidad estaban en niveles muy bajos.

Pero los episodios de sequía de liquidez en el mercado mayorista del dinero se han reproducido desde entonces y la economía real se contagió poco a poco de la enfermedad de los sistemas financiero y asegurador. Las autoridades estadounidenses, que habían optado por el rescate de las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, dejaron caer a Lehman Brothers, y aunque después ayudaron a reflotar Merrill Lynch y AEG, el mal ya estaba hecho. La desconfianza colocó a las finanzas y la economía mundiales al borde del colapso. No se han recuperado desde entonces.

Muy endeudados

España no tenía productos basura, pero las empresas y las familias se habían endeudado muy por encima de sus posibilidades, y se construían 700.000 viviendas al año para una demanda que, en el mejor de los casos, no superaba las 400.000. En torno a la producción de casas y al sector del turismo -60 millones de extranjeros nos visitaron en 2007- giraba casi un tercio de la actividad nacional.

Mientras, en el exterior se sucedían las quiebras bancarias y los rescates, y afloraban escándalos como la estafa piramidal del magnate estadounidense Bernard Madoff, el mayor fraude financiero de la historia; el pinchazo de la burbuja inmobiliaria desinflaba con rapidez el crecimiento español y acarreaba secuelas indeseables: el muy rápido incremento del paro hasta el 20%, el aumento de la morosidad que ahora ronda el 5% y pasa del 8,7% si se suman las adjudicaciones de pisos y suelo a bancos y cajas, y la escalada de los números rojos de las cuentas públicas.

Déficit

Pese a que el BCE corrigió pronto el tiro y redujo el precio oficial del dinero al 1% en la zona euro, muchos hogares españoles, muy endeudados y con ingresos menguantes, dejaron de pagar las letras al banco. La factura de la protección social y el descenso de la recaudación tributaria dispararon el déficit de las administraciones públicas hasta niveles desorbitados.

La crisis en España ha tenido especiales características -llegó algo más tarde, y afectó a la construcción, un sector muy intensivo en mano de obra- que explican su protagonismo en los, por ahora, últimos episodios, como el contagio de Grecia con el aumento de la prima de riesgo país o la desconfianza en un sistema financiero que había quedado al margen de las peores turbulencias.

Las autoridades españolas han tenido que emplearse a fondo en los últimos meses para convencer a analistas, inversores y hasta a las instituciones internacionales de que España está dispuesta a volver a la estabilidad presupuestaria -de ahí los drásticos recortes y las reformas promovidas por el presidente Zapatero, pese a la presión social- y de que tiene un sector bancario sano y dispuesto a reforzar el capital allí donde haga falta.

Así se explica la total transparencia que el Banco de España exigió a las entidades de crédito en las pruebas de solvencia.

El Diario Montañés

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